Esta semana conmemoramos y, hasta cierto punto, celebramos, un aniversario más de nuestro grito de independencia, sin embargo, a pesar de que se trató de un “semi puente”, muchos colombianos, la inmensa mayoría, optó por resguardarse y no salir de sus casas porque presuntamente era muy “peligroso” hacerlo.
No pusimos la bandera en las ventanas por miedo a las pedreas, no se hicieron desfiles militares porque no se podía “distraer” a la fuerza pública y ni siquiera salimos a ver las revistas de aviación porque creímos que hacían parte del “operativo de contención” de los vándalos. El Congreso, luego de cientos de años, se instaló en la mañana, porque en la tarde algo “iba a pasar”; en fin, cambiamos, sin proponérnoslo, la dinámica social de todo un país.
Los medios de comunicación y, hasta cierto punto, el propio Gobierno se dedicaron a denunciar los “campos de entrenamiento”, los “planes subversivos” y el riesgo que corrían los “objetivos estratégicos” del país. Los hospitales se declararon en alerta roja y algunos gobernadores incluso optaron por “cerrar sus fronteras” desde mucho tiempo antes para impedir que ingresaran las primeras líneas.
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